sábado, 20 de abril de 2013

Antonio José de Sucre y Mariana Carcelén


El 20 de abril se celebra el casamiento del general Antonio José de Sucre y Mariana Carcelén.
Antonio José de Sucre Alcalá, nación en la ciudad de Cumandá (Venezuela), el 3 de febrero de 1795. Sus padres fueron el Coronel de los Ejércitos Reales don Vicente de Sucre Urbaneja y doña Manuela María Alcalá; de alta sociedad, sangre noble y una buena posición económica.

Ejerciendo la Presidencia de Bolivia, se casó por poder con doña Mariana Carcelén y Larrea, Marquesa de Solanda, el 20 de Abril de 1828, la misma que residía en la ciudad de Quito.


María Ana Carcelén de Guevara y Larrea-Zurbano, llamada comúnmente Mariana, nació el 27 de julio de 1805, en la Hacienda Solanda, QuitoImperio español y murió el 15 de diciembre de 1861, en la Hacienda La DeliciaQuitoEcuador, notable dama quiteña, miembro de una aristocrática familia de la capital de la entonces Audiencia de Quito. Poseyó algunos títulos nobiliarios importantes, incluidos los marquesados de Solanday de Villarocha

Su matrimonio:
Antonio José de Sucre







El 24 de mayo de 1822, Mariana Carcelén se refugió con su madre y hermanas en el convento de Santo Domingo, para evitar cualquier desmán de las fuerzas combatientes en la batalla de Pichincha. Después de la batalla, al oír el ruido de las tropas de Sucre que se alineaban frente al convento, la joven Mariana pidió prestada una capucha y, movida por la curiosidad, se asomó a verlo. Sucre al preguntar por quien aparentaba ser un fraile, un religioso le aclaró que se trataba de la marquesa de Solanda que se había refugiado allí. Seguidamente, el Mariscal entró al convento para hablar con Mariana y sus parientes ofreciéndoles toda clase de garantías para que pudieran volver tranquilas a su casa. En 1826, el gran mariscal quiso saber la opinión de Bolívar sobre este noviazgo, recurriendo a él no como jefe sino como padre y amigo; con esta consulta, quería asegurarse de no afectar los planes políticos del Libertador, quien al final se tornó comprensivo, aunque lamentó perder el constante apoyo de su pupilo.
   Mariana Carcelén
Mientras cumplía con sus funciones presidenciales en Bolivia, Sucre mantuvo en la distancia su relación amorosa, renovada a través de un intenso intercambio epistolar. No obstante, de manera simultánea, entabló tres relaciones amatorias en Guayaquil, La Paz y Chuquisaca; en esta última población estrechó vínculos sentimentales con doña María Manuela Rojas, romance que le acarreó al cumanés serias complicaciones por cuanto esta mujer se hallaba comprometida con Casimiro Olañeta. El engañado, quien había sido consejero de Sucre, jamás le perdonó esta aleve traición y eso lo llevó a maquinar un atentado que se materializó el 18 de abril de 1828, insuceso del cual su víctima salió malherida. A pesar de estas aventuras, en el fondo, Mariana seguía siendo la mujer de sus afectos. En medio de un ambiente político lleno de rivalidades, la firme intención de Sucre era retirarse de la actividad pública y reunirse con su amada Mariana.
Fue así como José Antonio pide la mano de Mariana en matrimonio, en parte enamorados, en parte presionados por la familia Carcelén. Debido a que el Mariscal Sucre no podía desatender su cargo de Presidente de Bolivia, entregó un poder al general Vicente Aguirre para que le representara en la ceremonia matrimonial efectuada el día 28 de abril de 1828 en la ciudad de Quito. Previamente, Sucre le encargó al general Aguirre adquirir la parte nororiental de la inmensa Mansión Carcelén para destinarla como residencia del matrimonio. Acto seguido, y mediante correspondencia, le reseñó a Sucre la estructura del inmueble, y éste, gracias a sus estudios colegiales de ingeniería, mandó unos planos para su rehabilitación y decoración.
Luego, el Mariscal Sucre se dirigiría a Quito, a donde llegaría el 30 de septiembre de ese año para hacer vida familiar con su esposa, recibiendo una carta de Simón Bolívar deseándole lo mejor en su nueva vida y que viese cristalizados sus sueños personales: «Ojalá sea usted más dichoso que los héroes de la Grecia cuando tornaron de Troya. Quiera el cielo que usted sea feliz en los brazos de su nueva Penélope». De esta unión, diez meses más tarde, nació su hija María Teresa de Sucre y Carcelén de Guevara, aunque en un principio al padre no le agradó mucho que hubiese sido niña, y así lo hizo saber en repetidas ocasiones, pues confesó que «sin duda hubiese preferido un soldado para la Patria». Muy decepcionado se sintió Bolívar al no ser él el escogido como padrino de bautizo, a lo cual Sucre se esmeró por excusarse, ofreciéndole en nombre suyo y en el de Mariana las expresiones de agradecimiento por tantas muestras de afecto.
En su condición de esposa del Mariscal Sucre, Mariana ostentó los títulos de Primera Dama del Perú (1823) y de Bolivia (1825-1827), en períodos en los que su esposo fue presidente de estas naciones. La Marquesa y el Mariscal invirtieron mucho tiempo y dinero en la ampliación de la antigua casa de hacienda de la familia Carcelén en el oriente de la ciudad, hasta convertirlo en una edificación conocida como Palacio de El Deán, y en el que la pareja pasó mucho tiempo a pesar de que su residencia oficial era la Mansión Carcelén, en el centro de Quito. Mariana aprovechó este tiempo para acercarse a la familia de su esposo, especialmente a su cuñado Jerónimo.
Pero al parecer, no todo era dicha para la pareja, pues la Marquesa no había resultado muy hábil para el manejo de los caudales heredados de su por demás rica familia. Se sabe incluso que se negó a pagar una contribución forzosa al Gobierno, aporte que finalmente debió efectuar Sucre de su propio peculio. En varios momentos, él se sintió desesperado ante los tropiezos que había experimentado en su intento por afianzar unas sólidas bases económicas que le aseguraran un mejor futuro a su primogénita.
En noviembre de 1829, el Mariscal Sucre recibió la orden de regresar a Bogotá para presidir un Congreso mediante el cual se quiso evitar la disolución de la Gran Colombia. Poco antes de abandonar Quito, dejó firmado su testamento declarando como heredera universal a su hija Teresa. Aún hoy persiste el dilema de por qué excluyó a su esposa, aunque autores como Rumazo sostienen que lo hizo en prevención a que ella enviudara y volviera a casarse, con lo cual la pequeña quedaría desamparada.



Durante el viaje a la capital grancolombiana, Mariana se mantuvo muy presente en la mente de Sucre, y él así se lo hizo saber: «Te escribo (…) para decirte que te pienso cada vez con más ternura, para asegurarte que desespero por ir junto a ti; para pedirte que por recompensa de mis delirios, de mi adoración por ti, me quieras mucho me pienses mucho(…) Todo, todo, todo lo pospondré a dos objetos: primero el complacerte, y segundo, a mi repugnancia por la carrera pública. Solo quiero vivir contigo en el retiro y en el sosiego. Me alegraré si puedo con esto darte pruebas incontestables de que mi corazón está enteramente consagrado a ti, y de que soy digno de que busques los medios de complacerme y de corresponderme». En una misiva posterior, confesó estar cada vez más enamorado de su esposa y y para complacerla en la distancia, había recomendado a su edecán que le consiguiera unos brillantes y a su hermano Jerónimo que le comprara unas perlas, pero este último obsequio llegó tarde a su destinataria.




Saraí Manrique

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